Llevamos años y años viendo en las series y películas de ciencia ficción momentos que reflejan el suicidio cotidiano, y lo más sorprendente es que lo cometen personajes sin ningún tipo de pudor o conflicto moral, sin el mayor atisbo de miedo, duda o remordimiento. Incluso muchas veces lo hacen con una sonrisa en la boca, mientras hablan con otras personas de temas anodinos y cotidianos.

Hablo, para ser más específicos,  de la teletransportación.

La teletransportación, un suicidio en toda regla. Tal vez no hayas reparado en ello, pero la teletransportación, tal como es reflejada en la ciencia ficción, resulta ser ni más ni menos que la desintegración de una persona que es inmediatamente reconstruida como copia a cientos o miles de kilómetros.

El individuo entra en una cabina y es descompuesto; segundos después, el ordenador copia ese orden molecular en otro teletransportador y ya tenemos a un individuo feliz que no es consciente de que en ese paso de un lugar a otro ha dejado de existir para ser replicado como un clon idéntico.

En definitiva, no es más que un fax tamaño humano.

Porque la teletransportación es eso precisamente: la aceptación del fax como medio de transporte. Piénsalo fríamente. ¿Cómo funciona un fax? Básicamente escaneas un documento, y éste aparece idéntico en su receptor. No es que ese documento se haya teletransportado a ese receptor, simplemente ha sido copiado de manera idéntica.

Lo mismo sucede con la teletransportación, tan solo que la copia que se queda atrás es destruida para no generar dos versiones de la misma persona.

¿Pero por qué lo acepta la gente que vive en ese mundo de ciencia ficción?

Piensa por un instante que vivieses en ese mundo, un lugar en el que el teletransporte es la única y mejor manera de viajar. No podrías moverte al margen de él, y de intentarlo ese mundo del futuro acabaría siendo un infierno. Obligado de alguna manera a someterte a ese transporte si quieres llevar una vida más o menos normal, acabarías por aceptar la verdad, ocultándola bajo una capa de indiferencia.

Total, no eres consciente de todas las veces que mueres. Apareces un segundo después en el lugar deseado, recordando hasta la última milésima de segundo vivida.  No te sientes como una copia, ya que conservas los recuerdos de tu predecesor, y por lo tanto eres tu predecesor.

Escalofriante.

Así que la próxima vez que veas en una serie o película a un señor o señora teletransportándose, feliz y ajeno a lo que va a hacer, piensa que en el fondo de esa mente hay un ser atormentado ante su inminente suicidio.

Un suicidio del que no puede escapar si quiere llevar una vida normal.

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